GOD SAVE THE QUEEN, ESPECIALMENTE EN LA VERSIÓN DE LOS SEX PISTOLS

 

 

 




En el mantel de mi mesa hay una mujer que acaba de morir: es la Reina de Inglaterra. Su Majestad aparece impresa en un sello rojo inglés; junto a la bandera británica, un guardia real, un autobús de dos plantas, el Big Ben y el famoso London Eye. He retirado algunas migas del rostro de la monarca: me parecían, dadas las circunstancias, de mal gusto, una falta de respeto hacia un muerto, independientemente de que se trate de una reina, un icono de Warhol y/o una Windsor. En el sello se la ve joven, atractiva; en un estudiado perfil que narra la historia del día de su coronación a mediados de los 50. También me he dado cuenta de que en el centro de la bandera británica de una de las esquinas del mantel, aparece la corona inglesa sin cabeza, The Imperial State Crown, lo que me ha llevado a otra reflexión mientras cenaba: en algún momento, tal vez a la hora del té, alguien tuvo la intuición de que los símbolos son capaces de sostener un país, incluso a toda una Commonwealth. Reconozco que hasta ahora no me había percatado de que en mi mantel aparece esa joya de la corona británica sin cabeza que, a pesar de lo que sostiene la tela, en breve pasará a ser del ya anciano hijo del que  se pudo llegar a  creer que moriría antes que su nonagenaria madre; y es que a veces hace falta un entierro de estado para darse cuenta de que la muerte también es real. Finalmente he reparado en que, a pesar de los lavados, resisten en el mantel varias manchas antiguas (si bien en ningún caso próximas al regio rostro rojo de la Queen Mother), así como un pronunciado agujero al que hace algún tiempo decidí llamar Brexit. Me pregunto si ese Dios protector que hasta ahora salvó a la reina de las manchas, salvará también del deterioro al mantel tan británico que deja la difunta. God save the Queen, especialmente en la versión de los Sex Pistols.


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