Arreglos navideños y otras naturalezas muertas
Los girasoles de van Gogh o La cesta de fruta de Caravaggio son bodegones, también conocidos como naturalezas muertas. Precisamente en Navidad, cuanto nos rodea parece estratégicamente colocado para llevarnos al trance de la belleza: ojos cegados por las sombras silentes de los arreglos navideños, mientras la realidad sucede y sigue su curso a solo un paso de la salida (¿tal vez entrada?) de la caverna. La mirada se distrae de todas esas otras naturalezas muertas que permanecen en el paisaje ajenas a la abundancia de estas fiestas: la de la guerra, la del hambre, la del que solo puede contemplar la Navidad desde la orilla pobre del escaparate.
Ayer escuché treinta escasos segundos de una noticia sobre Palestina cuyo relato, palabra a palabra, detonó en mi estómago: “metralla”, “explosiones”, “cinco trabajadores del hospital”, “Norte de Gaza”, “granada”, “dron cuadricóptero”. Solo pude refugiarme en el oxímoron de un nombre: “Ahmad”, el del pediatra fallecido (mis tripas lo españolizaron como Amad, imperativo de amar). La televisión no mostró imágenes de lo sucedido, pero me imaginé el “arreglo navideño” de aquellos cuerpos, un bodegón más dentro de los miles de bodegones de cadáveres arrojados a la Franja, y pensé en la naturaleza muerta del Dios hombre cuadricóptero que hace las guerras.
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