Poema escrito un día después de que un multimillonario se fuera a vivir a la Casa Blanca


POEMA LA CASA BLANCA



Los Padres Fundadores
saben que en Pennsylvania Avenue
ya no se repara en el olor a café
porque no es una imagen de portada;
luego no sirve, luego no existe. 

Tampoco se valora en Prime Time
el crujido de la voz crítica,
porque nadie razona el relato del día,
solo se observa su espectáculo
con embeleso de  lápiz de ojos.
Luego no sirve, luego no existe.

El sueño americano se ha vuelto rubio
porque el Mayflower no era un barco;
era el rumbo a un pacto
y los nuevos dioses con derecho a voto
      ya no sueñan con conceptos:
demandan la seguridad azul de los mapas.
Luego no sirve, luego no existe. 

El sultán surgido de un Super Martes de noviembre
ha guardado bajo el felpudo WELLCOME
del ahora Rascacielos Blanco
la carta de derechos;
se pisa pero no se ve.
Luego no sirve, luego no existe.
Como las abstracciones seculares
que nos sacaron de las sombras de la caverna
por la ranura de las urnas;
ya no se ven,
luego no sirven, luego no existen.

Son las 7 de la mañana, hora española,
las 13:00 “en la tierra del libre y el hogar del valiente”.
      A pesar de nuestro análisis,
no se aprecian cambios significativos
en el orden de nuestra cocina. 
Fregamos la rutina de las tazas de café,
terminamos de colocarnos el nudo en la garganta
y, al despedirnos, nos damos crédito en un beso visible
porque el amor es una abstracción con alas de gallina.
Luego no sirve, luego no existe.

Antes de hacer pie en el ascensor,
respiramos por última vez
ese  aroma de amanecer reciente
en el que ya no se repara en la Casa Blanca.
       —Cariño, se me olvidaba:
te espero dentro de cuatro años
con nuestra idea de amor y nación
a la salida de la caverna.

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