Déjame que te cure
REFLEXIÓN CUARENTA AÑOS DESPUÉS
A veces el frío mezquino del invierno me devuelve el dolor de aquella cicatriz que cose mi rodilla. En ella siento tu mano tibia curando la herida de aquel verano, soplando amor para que no escociera. "Déjame que te cure. Tienes que ser valiente". Me lo repetiste tantas veces que, 40 años después, sigues siendo tú la que me soplas en las heridas que nadie ve, mientras yo me hago la valiente.
Feliz día de la madre.
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