La radio está encendida
POEMA LA RADIO ESTÁ ENCENDIDA
Recuerdo con nostalgia todas aquellas noches en el asiento trasero de tu Ford Fiesta negro destartalado. Siempre sonaba la música, Platero, Burning, Barricada, los Suaves... Siempre la radio encendida. Jamás olvidaré los vuelos 605 de Ángel Álvarez en M80, pero también las noticias sobre guerras, los últimos atentados de ETA, los Óscar, la muerte de Michael Ende... No necesitábamos más que aquel coche americano aparcado en mitad de la nada para saber que el mundo sólo requiere de un techo, el calor de otro cuerpo y una radio para dejar de llamarse intemperie. Sobre el recuerdo de aquellos días de radio y sobre lo que queda del amor que fuimos en aquel auto hablo en el poema La radio está encendida que se inspira en los versos finales de La casa encendida de Luis Rosales: “Gracias, Señor, la casa está encendida”.
LA
RADIO
ESTÁ ENCENDIDA
Sólo una vuelta de
llave.
Abro: la radio está
encendida.
Suena, no muy alta,
pero suena.
Escuchas La ventana:
respiro nostalgia y
te miro.
—Hola —te saludo—.
¿Qué tal todo?
Observas cómo dejo
junto a tu tarde
tranquila
un par de zapatos y
un solo beso.
La radio está
encendida
y hago memoria
ahora que empezó
todo
hace apenas un
bostezo.
Entonces no
teníamos ni casa ni hijos;
sólo dos vidas en
cueros
y aquel pequeño
coche americano…
Su slogan, ¿qué
prometía?
“Te llevará
muy lejos”.
En su apretado
mundo
de palancas,
cremalleras y botones,
aprendimos a
deshojarnos con urgencia.
Y siempre la radio
encendida,
siempre.
Tras el vaho de los
cristales,
a veces callaba la
música;
las señales
horarias
daban paso a las
noticias.
Recuerdo, por
ejemplo,
la primera guerra
de Irak
en aquella voz de
comentarista
contando bombas en
directo.
¡Qué terrible!
Abatidos en el
asiento de atrás,
lloramos juntos:
—¿Qué animal
político
devoró al político
humano?
—dijiste o tal vez dije—.
También recuerdo
nuestros Vuelos
605:
todos aquellos
nombres extranjeros
que el gurú
radiofónico pronunciaba
como fragmentos de un mismo universo:
Bob Dylan,
The Beatles,
The Everly Brothers,
Bruce Springsteen.
Tú me abrazabas,
pero sólo susurraba Ángel Álvarez.
Siempre la radio
encendida,
siempre.
Descalza,
todavía a tu lado,
ahora que el amor
pesa menos que el recuerdo,
ahora que vendimos
aquel coche americano,
ahora que su voz ya
no existe,
ahora que nuestros
cuerpos
sólo se cruzan en
la cama,
ahora que he
llegado:
—¡Hola!
Pero al entrar en
casa,
gracias, señor, la
radio está encendida.
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