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El bebedor de gin-tonics
Al bebedor de gin-tonics le bastaron dos tragos para
apurar su copa y dejar un hueco en la barra. El monologuista, el mago, la stríper:
había llegado su turno. Evitando las líneas
rectas, arrastró hasta el escenario su
maltratado hígado y su guitarra. El bebedor de gin-tonics recogió con la lengua
el sabor a alcohol que todavía quedaba en sus labios. Tal vez sintió un látigo
de nostalgia y recordó tiempos mejores en los que en su mala vida no faltaban
los aplausos y, sobre todo, las mujeres: "Ay, las mujeres". Antes de empezar a tocar, intentó buscar a alguien que pareciera
interesado en su música pero tuvo que conformarse con el mensaje de una botella
de whisky que se erigía en una mesa cercana: “Amigo, ya no le interesas una mierda a nadie”. Sabía que las
botellas de whisky siempre dicen la verdad y aunque en el escenario prefería
dejar hablar a su guitarra, aquella noche, puesto que nadie lo oía, hizo a su
público una confidencia: “Buenas noches, señoras y señores. Como no puedo vivir sin tocar, he decidido dejar de beber”. El bebedor
de gin-tonics cumplió su palabra tras ahogarse en el penúltimo blues.
Eres grande, Pilar! Concisión y todo un universo derrumbándose en tan pocas líneas. Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Viniendo de la autora de Miel de violeta, permíteme que me engalle. Besos.
EliminarGenial. Como lo describes
ResponderEliminarME SEDUJO EL COMIENZO DE LA MINIFICCIÓN, SU CONCISIÓN, SU EXPECTATIVA. LEYENDO EL CUERPO DEL TEXTO ME ASALTÓ EL TEMOR DE QUE INCURRIERAS EN UN MELODRAMA... DESDE LUEGO EL FINAL LO RESCATA Y DE MANERA CONTUNDENTE COMO UNA PEDRADA CIERRA LA PARÁBOLA. GRACIAS PILAR: NO SÓLO ERES BELLA, TIENES GRACIA.
ResponderEliminarGracias, Walter. Sin sentido del humor, todo sería tan aburrido que tomaríamos decisiones tan drásticas como la de casarnos (ojo, esto último está sacado de La ventana indiscreta de Hitchcock).
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