Los padres de Dios son los hombres
RELATO BREVE BABEL
Me acabo de levantar. Es pronto para ser sábado pero
tú ya estás a punto de terminar una torre casi de tu altura. La intentas equilibrar
con tu mano izquierda; con la derecha tratas de alcanzar la última pieza azul
celeste del Tente. Te estiras, te cuesta llegar a ella; no lo consigues. Me
descubres mirándote. Yo espero tu inminente “Pásame esa pieza, mamá”, pero me espetas una de esas preguntas para las
que nunca son horas: “Mamá, si Dios creó al hombre, ¿quién creó a Dios?”. Mientras retrasas el inevitable derrumbe de
tu torre, trago saliva e improviso alguna tontería con la que salir del paso.
Podría responderte que Spiderman, Supermán o uno de esos gourmitis o gurmitis o
gormitis o como se diga, que tanto te gustan,
pero sería complicarme la vida y por eso decido complicártela a ti: “Hijo,
fueron los hombres”. Sueltas definitivamente la torre. Me miras con extrañeza, como
cuando te digo que no se juega al fútbol en el salón. La torre, por su parte,
extraña tu mano; se sabe a punto de
desplomarse. En un intento de hacerme entender lo absurdo de mi respuesta, me explicas: “Mamá,
eso no puede ser. ¿El hombre crea primero a Dios y luego va Dios y crea al
hombre?...” Decepcionado niegas con la
cabeza; decepcionada la torre se niega con sus piezas. “¡La torre!”, te grito tal vez sólo por
cambiar de tema o por que las piezas no golpeen en la maldita tarima flotante a
estas horas. Podrías haber usado tus dos manos para volver a equilibrarla pero
prefieres hacerte con la última pieza azul celeste para encajarla en lo más
alto de aquella todavía torre: o todo o nada _tan cabezota como tu madre_. Pero
ya es demasiado tarde para tu Babel que ahora solo es una ruina de piezas. Te
quedas desencajado, sosteniendo la última pieza. “¡Por tu culpa! ¡Ha sido por
tu culpa!”, me gritas entre sollozos. Cuando la creías en el cielo va tu madre
y te dice que los padres de Dios son los hombres.
Pieza que se cae o dejamos caer, pieza que tenemos que volver a levantar.
ResponderEliminarGuardaré ese comentario en el cajón de los aforismos.
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